domingo, 14 de junio de 2009

APORTACIONES DE ALGUNOS DE LOS GRANDES PERSONAJES DE LA HISTORIA:

"Leonardo da Vinci"

Pues sí, nuestro famoso Leonardo, además de helicópteros, escafandras, paracaídas, tanques de guerra, cuadros, esculturas y edificios, también pudo dedicar parte de su vida a los autómatas. Concretamente, construyó uno con una armadura de la época y unos cuantos hierros que tenía por allí tirados.


El diseñador italiano Mario Taddei ha dedicado algunos años a investigar y reconstruir el robot davinciano, publicando todo el proceso en un libro.









Este autómata es capaz de mover cuello y brazos con suficiente soltura como para resultar indistinguible de un humano con armadura. La idea de Leonardo era crear un ejército de soldados robots como elque hoy combate en Irak.




"Hosokawa Hanzo-Yorinao"

El señor Hosokawa vivió en el Japón del siglo XVIII, en pleno período Edo. Era maestro artesano de karakuris, autómatas mecánicos para el entretenimiento de las clases acomodadas, capaces de servir el té, escribir con pincel o jugar a juegos de mesa.

Los karakuris tenían su origen, primero, en las transferencias culturales naturales entre China y Japón (antes de que los japoneses tuvieran escritura, China ya era un imperio centralizado), y luego en los contactos con comerciantes europeos -portugueses y holandeses, sobre todo- a partir del siglo XVI, que solían navegar cargados de relojes que ofrecían como regalos y sobornos a los mandatarios asiáticos.



Además, tengo entendido que la era Edo fue bastante pacífica en comparación a lo anterior, por lo que se pudo desarollar una burguesía que no estuviera pensando constantemente en incendiar el castillo del vecino y encontrara gusto a observar cómo una especie de persona en miniatura con tripas de relojería ejecutaba tareas sencillas.





Los karakuris son un ejemplo magnífico del valle inquietante: sus formas corporales están ocultas por amplios vestidos, y cabeza y manos son de porcelana, dolorosamente reales. Los movimientos que hacen serían hoy calificados de robóticos, pero son más naturales que un break-dancer cualquiera.



Para que te hagas una idea, mira este vídeo antes de seguir (tienes más vídeos en Fogonazos), se trata de un karakuri del siglo XIX: http://www.youtube.com/watch?v=pBURWGr3AlU&eurl=http%3A%2F%2Fwww%2Eobsoletos%2Eorg%2F2009%2F02%2Fcuatro%2Dtipos%2Dque%2Dhacian%2Drobots%2F&feature=player_embedded







Además de ser un gran constructor de estas pequeñas maravillas burguesas, hizo algo que le valió pasar a la historia: escribió un libro sobre el tema que fue publicado tras su muerte, en 1798.


Tres tomos repletos de cuidadosas y detalladas instrucciones sobre cómo fabricar un karakuri, desde el grosor de la tela del vestido hasta los requisitos mecánicos de las piezas interiores, junto con el espíritu que debería guiar al artesano. Es el libro sobre ingeniería más antiguo de Japón, y supuso una revolución en la forma de transmitir el conocimiento, al romper con la hermética e inviolable enseñanza de maestro a aprendiz que regía entonces.



"Leonardo Torres Quevedo"



El más cercano a nosotros, Torres Quevedo nació en Cantabria en 1852, estudió en Bilbao, París y Madrid, y recibió una herencia que le permitió vivir del cuento, dedicado a sus inventos.




Ingeniero de caminos de formación, nada más salir de la Escuela comenzó a patentar artefactos e inventos a un ritmo febril.
Dos eran las áreas favoritas del ingeniero Torres Quevedo: el transporte y los autómatas. De la primera dejó como legado el transbordador sobre las cataratas del Niágara, inaugurado en 1916.

Pero sus progresos en el campo de los automatismos fueron más espectaculares: su Telekino de 1903 fue el primer mecanismo de control por ondas de radio, el primer mando a distancia.

Construyó también máquinas de calcular que resolvían ecuaciones de segundo grado, y desarrolló importantes teorías sobre el cálculo algebraico por métodos mecánicos.

Pero si hablamos hoy de Torres Quevedo, es por su Ajedrecista, un autómata mecánico de 1912 que jugaba al ajedrez con una torre y un rey blancos contra un rey negro controlado por un humano, desde cualquier posición.

El Ajedrecista usaba electroimanes para mover las piezas, y tenía un aspecto muy poco humano. Sin embargo, es descendiente de una venerable saga de robots jugadores de ajedrez que incluye gloriosos fraudes como el del turco mecánico que engañó a toda Europa durante casi un siglo. De alguna manera, el Ajedrecista es el antonimo de aquel Turco; es moderno, transparente y científico, no un entretenimiento de salón para engañar burgueses.

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