Los autómatas eran figuras animadas de personas o animales, que tenían algún tipo de movimiento.
Generalmente la animación del autómata iba acompañada del sonido que producía el reloj al dar las horas.
Es admirable la laboriosidad e ingenio de los relojeros alemanes, que ya en el siglo XVIII construían divertidos relojes con autómatas, y que realizaban variados movimientos.
Un tipo de reloj que se hizo muy popular, fue el reloj de cuco.
El invento del “cu-cu”, como sonido se atribuye a Franz Anton Ketterer natural de Schöwald (Alemania). Dicho invento se realizó en 1730.
Este museo es uno de lo más importantes del mundo en cuanto a relojería se refiere.
También se encuentran relojes de cuco antiguo en anticuarios y colecciones privadas.
En este caso el reloj consta de 2 pájaros autómatas: un cuco, y una codorniz.
La restauración de los relojes de cuco antiguos, permite conservar y recuperar estas pequeñas obras de arte, y debe hacerse respetando lo más fielmente posible las características originales del reloj (materiales, diseños, etc.).
Las labores de restauración de los relojes antiguos, y de los relojes de cuco en particular, hacen posible seguir disfrutando de ellos en buen estado.
Las agujas, al igual que los números, solían ser talladas en hueso por los maestros artesanos de la Selva Negra.
Los fuelles se hacían originalmente de piel, y las flautas para producir el sonido cu-cu eran de madera.
Observando ambos, flautas y fuelles, se aprecian ciertos detalles constructivos que hacían que los relojes imitasen fielmente el sonido del cuclillo en la Naturaleza.
Los pequeños detalles de ajuste del movimiento de los fuelles (cadencia, y distancia de elevación del fuelle), son determinantes para obtener un sonido de cuco, que se aproxime al canto del cuco.
Los relojes de la Selva Negra eran portados por vendedores que viajaban buscando clientes, y llevando consigo los preciados relojes; se trataba de una profesión peligrosa.
Era sabido que los vendedores llevaban consigo el dinero obtenido de la venta de los relojes, y no faltaban los asaltos.
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